Reflexión

Albert Concepción, director del Foro Industria y Energía

Desde que la Comisión Europea planteara en octubre de 2020 la necesidad de poner en marcha una política industrial europea, la situación política mundial ha vivido varias fuertes sacudidas. Todas ellas, lejos de contradecir esta necesidad, la han reafirmado.

Esta primera declaración se realizó en plena pandemia, con Europa y el mundo inmersos en un bloqueo económico sin precedentes. La situación dejó patente la necesidad de una soberanía industrial europea en la que la energía tiene un papel básico, protagonismo que la guerra de Ucrania y la presión del cambio climático han incrementado aún más.

La política industrial europea, tal y como expone la Comisión Europea, se basa fundamentalmente en tres grandes pilares: el refuerzo de la resiliencia del mercado único, la respuesta a las dependencias estratégicas y la aceleración de las transiciones ecológica y digital. En todos estos pilares, la energía tiene un papel destacado: como recurso imprescindible para el funcionamiento de la industria europea, como sector industrial en sí mismo y como vector de sostenibilidad. No en vano, transición ecológica y transición energética son términos que van de la mano hasta tal punto que a veces se confunden.

Cada vez más voces apoyan la necesidad de una política industrial europea robusta y apuntalada por un marco normativo claro y favorable, que garantice la soberanía de la UE en cuestiones como las materias primas básicas o la energía. Ejemplo de ello es la Declaración de Amberes para un Acuerdo Industrial Europeo, suscrita esta misma semana por 73 líderes de casi 20 sectores industriales, en la que se propone “un Pacto Industrial Europeo al mismo nivel que el Pacto Verde Europeo, no en oposición, sino reforzándose entre ellos”.

El impulso de la industria que busca la UE circula en paralelo con el proceso de transición ecológica, con el que espera llegar a la neutralidad climática en 2050. En este sentido, el objetivo medioambiental es claro y unánime, pero no así el modo de llegar a él.

La velocidad que debe aplicarse al proceso de transición ecológica para que la industria siga siendo competitiva, así como los “ingredientes” que deben utilizarse para culminarlo – entre ellos las energías denominadas “de transición” como el gas natural o la energía nuclear – están siendo objeto de debate, tanto desde los sectores industriales implicados como de la sociedad civil y los propios políticos europeos.

De hecho, las elecciones europeas de junio de este año podrían llegar a modificar la programación de esta transición si se cumplen las previsiones que apuntan a una mayor representatividad del bloque conservador en el hemiciclo europeo. Probablemente no se modificaría el objetivo, más si tenemos en cuenta que Ursula von der Leyen ha confirmado su aspiración a un segundo mandato. Pero no es descartable que haya cambios en el modo y el ritmo del proceso.

Europa necesita una industria sólida, competitiva y también sostenible, que aporte empleo de calidad en un entorno medioambientalmente saludable. Cómo articular la gestión energética para conseguirlo sigue siendo objeto de debate, al que el Foro Industria y Energía aspira a contribuir.