• Las medidas urgentes para actuar frente a la crisis energética pasan por una mejora profunda de la gestión de riesgos en la industria, siendo uno de los más importantes actualmente una mayor subida de los costes energéticos a corto y medio plazo.
  • En materia de costes eléctricos, se debe generalizar en la industria una cultura de cobertura del riesgo de subidas de los precios energéticos mediante la contratación a futuro de la energía a través de mercados existentes como OMIP o MIBGAS en el mercado ibérico.
  • En materia de combustibles, es un momento imprescindible para diversificar el mix a partir de una introducción más ambiciosa de biocombustibles que ayuden a rebajar los precios y, al mismo tiempo, descarbonizar la actividad industrial y de transporte.

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La crisis energética que estamos padeciendo no sólo debe ser atacada en lo “macro” sino también en lo “micro”, empezando por la gestión que de la energía hace la industria española. En este sentido, en los últimos días se han publicado algunos hechos inconcebibles como que el gestor de la red ferroviaria en España, ADIF, esté operando con los operadores ferroviarios en España con contratos de electricidad sujetos a la variación diaria de los precios (mercado al contado), provocando un sobrecoste de considerable magnitud que, acto seguido, se reclama compensar vía incremento de las tarifas de los billetes a los usuarios (y, por tanto, retroalimentando el fenómeno inflacionista).

Si bien en los últimos 5-6 años fue mucho más ventajoso tener una tarifa ligada al mercado diario (el cual marcaba en muchas franjas horarias un precio de 0€/MWh), en momentos de crisis tan profunda como la actual, no es ni razonable ni justo no disponer de las alternativas existentes para cubrir el riesgo de que los precios sigan subiendo y afectando a una partida de costes que ya supone en la mayoría de las empresas industriales entre el 50% y el 60% de su estructura de costes operativos según últimos datos del INE.

Precisamente, la inacción tanto de consumidores industriales como domésticos, combinada con el foco excesivo que se ha puesto en la reforma del mercado mayorista al contado, ha llevado a una espiral alcista de los precios que será difícil detener[1]. La clave es el mecanismo de fijación de los precios minoristas tanto de electricidad como de gas doméstico y carburantes, ya que en España el 40% de los consumidores domésticos de electricidad y el 80% de los consumidores industriales tienen una tarifa que depende de los precios diarios, algo insólito a nivel europeo. En el caso del gas, el porcentaje es mucho más amplio, pero sí se tomaron medidas para limitar el impacto hasta un 15% de la subida del gas, con lo que la tarifa gasista regulada se ha frenado considerablemente.

En este sentido, dada la importancia que tiene la fijación de precios que fluctúan cada hora, el Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula la variación de los precios energéticos a partir de su fijación diaria/horaria sin contemplar los precios de los contratos a plazo. Es evidente que a medio plazo el método de cálculo del INE deberá cambiar para acercarse más a la realidad (el 60% de los consumidores domésticos están en mercado libre), pero lo cierto actualmente es que el impacto real en los hogares con ingresos más bajos y la repercusión de los precios horarios de la energía en la estructura de costes de la industria y de ahí su traslado a los precios de los productos finales, contribuyen de manera decisiva a tener una tasa de inflación no vista desde los años ochenta.

Por tanto, éste es el ámbito de más urgente actuación para detener la espiral de subida de precios y, de esta forma, colocar el foco en el lugar correcto frente a las reivindicaciones tradicionales de ayudas, exenciones y limitaciones temporales. Así, es necesario cambiar el modelo de subvención de costes a los grandes consumidores industriales de energía, el cual en muchas ocasiones se define de manera confusa y poco transparente, pasando a un sistema como el alemán donde la industria compra la energía a plazo mediante contratos bilaterales. O como el francés, donde un tramo de la tarifa (62%) está topado a 42€/MWh y el resto a precio de mercado (32%), mitigando la volatilidad de los precios diarios y con un mix de generación más estable y menos dependiente del gas en el margen.

Existen los mecanismos y son más que suficientes para comprar la electricidad a plazo a través de los mercados cotizados de futuros tanto de la electricidad como del gas (OMIP y MIBGAS) o a través de la negociación bilateral con los productores energéticos tanto si son pequeñas como grandes, las cuales tienen los incentivos para establecer suministros a largo plazo a precios mucho más competitivos que el mercado diario (a fecha de jueves 7 de abril, el futuro de la electricidad a un año está a 135€/MWh y a dos años a 89€/MWh).

En paralelo a este cambio de gestión industrial de la energía eléctrica y gas también está el cambio del mix energético de combustibles, especialmente tensionado en las últimas semanas. En este punto el factor diferencial con el resto de Europa no es sólo de previsión financiera de los costes del combustible, sino muy especialmente de la necesidad de diversificar el mix con una introducción más decidida de biocombustibles, sobre todo de los provenientes de los residuos agroalimentarios (biomasa, despojos, sandach que se transforma en biogás…).

Por ejemplo, en el caso francés, existen objetivos y ejecución para una mezcla de biogás de hasta el 20% del consumo total de gas natural o del 10% en el consumo final de electricidad. Este mayor grado de penetración de biofuels es un camino efectivo a corto plazo para avanzar en la descarbonización y, en particular, del sector del transporte, ofreciendo una alternativa a los altos precios que marcan los carburantes tradicionales que provocaron varias jornadas de huelga en las últimas semanas.

Se trata, en definitiva, de no esperar quietos a que se produzca una relajación efectiva de los precios internacionales que lleve a un precio mayorista medio diario menor y, con ello, trasladarse a los hogares y empresas. Si esto no se produce, y además se añaden otros factores de segunda ronda en bienes industriales, transporte u otros servicios, las tasas de inflación por encima del 5-6% pueden cronificarse con el daño que supone a una industria como la española.

 

 

[1] Recientemente en el “Informe de Supervisión del Mercado Minorista de Electricidad 2020”, la CNMC advertía de la necesidad de una mayor involucración de los consumidores:

“Ante este nuevo escenario de precios elevados, se hace necesario aumentar los esfuerzos para conseguir que el consumidor se involucre en su suministro energético, proporcionándole una mayor información sobre:

  • Las opciones que mejor se adaptan a su perfil de consumo y a sus necesidades.
  • Los riesgos y los beneficios que implican los precios indexados al mercado mayorista de contado.
  • La importancia de la eficiencia energética para reducir el impacto de la volatilidad de precios”.