Reflexión
Albert Concepción, director del Foro Industria y Energía
La COP28 ha concluido. Como en muchos otros aspectos, la percepción de las conclusiones depende de la perspectiva de quien las transmite y de quien las recibe. Mientras para unos el acuerdo final es una muestra clara de que las energías fósiles aún tienen camino que recorrer como energías de transición, para otros la aparente falta de compromiso para erradicar estas fuentes de energía no es más que una piedra en el camino hacia una transición real a energías renovables.
Más allá de las interpretaciones, la industria de todo el mundo, y la española en particular, continúa siendo un observador pasivo de decisiones que se toman sin que aparentemente se tengan en cuenta sus necesidades reales, que son también las necesidades de la propia sociedad. No deja de ser sintomático que en el acuerdo de la COP28 no se cite ni una sola vez específicamente a la industria.
Es probable que algunos argumenten que tampoco se cita a otras actividades como la agricultura, las finanzas o los servicios. Pero eso no es excusa. Primero porque la industria debe entenderse como un elemento transversal: la agricultura es también industria. Y, segundo, porque el sector servicios está directamente ligado a la producción industrial. Basta con preguntarse quién fabrica las botellas de los refrescos que se sirven en las terrazas de los destinos turísticos de nuestro país.
A pesar de su grandilocuencia, la COP28 no aporta nada que no supiéramos ya. Asumir el compromiso de ampliar tres veces el nivel de renovables, aparte de la credibilidad que pueda tener, es un posicionamiento lógico si se pretende alcanzar una descarbonización total en 2050. Entretanto, la industria ha asumido el compromiso de realizar la transición ecológica. Intentando hacer sus deberes y, claro está, cumpliendo con la legalidad (faltaría más). Pero sigue faltando una guía que le indique por dónde tiene que ir para lograr un objetivo claro en el que todos estamos de acuerdo.
Formamos parte de una especie de expedición naval en la que las diferentes embarcaciones tienen un destino claro y consensuado por todos sus pasajeros y tripulantes: la descarbonización. Pero aún no hemos dado con la brújula que nos guíe, o, quizás no sabemos utilizarla de manera adecuada. Y, lo que es peor, ni siquiera sabemos cuándo queremos, y podremos, llegar a ese destino, con el riesgo que ello supone tanto de precipitarse como de llegar tarde.
La COP28 sigue sin dar una hoja de ruta que ayude específicamente a ese centro de datos de Aragón, a esa empresa química de Catalunya o a ese taller mecánico de Bizkaia. Es más, puede llegar a generar dudas e incertidumbre, que, como bien sabemos, es la peor situación que puede enfrentar la industria. Por contra, la cumbre climática de Dubái parece haber intentado agradar a todos, algo que no parece la mejor solución, porque como dice Woody Allen, “no conozco la clave del éxito, pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.
Afortunadamente, la industria española no es un ente inmóvil. Las empresas se mueven y aplican soluciones motu propio en coordinación con las autoridades autonómicas y estatales, conscientes de que, como dice Daniel Pérez en su reciente libro “la superpotencia renovable”, la Península Ibérica es “el territorio mejor posicionado para liderar la transición energética europea”.
Durante el Foro Sella, que celebramos hace unas semanas en Zaragoza, quedó claro que estamos ante una oportunidad y, por esta razón, la industria está dando sus pasos hacia la descarbonización y asume como propia la transformación ecológica, porque, como destacaba el presidente de Aragón, Jorge Azcón, la industria ha “hecho números” y le son favorables. Quizás los popes que firman el acuerdo deberían empezar también a hacerlos y, de este modo, concretar un poco más que es lo que quieren de nosotros.
Aplicar una transición ordenada, como propone la COP28, es algo que está en la agenda del FIE desde su fundación, conscientes de que el éxito de este proceso está ligado necesariamente a una industria fuerte, eficiente y competitiva. Solo trabajando todos juntos conseguiremos alcanzar el objetivo.