Reflexión

Albert Concepción
Director del Foro Industria y Energía

La mayoría de los avances de la humanidad pueden verse desde la perspectiva de la evolución o de la revolución. Mientras la modificación genética de las plantas puede concebirse como una evolución de las técnicas de hibridación, la invención de la máquina de vapor y sus aplicaciones constituye el ejemplo de una auténtica revolución, que tuvo como consecuencia el desarrollo de una nueva era y un profundo cambio social.

Aunque algunos expertos hablan de que hemos alcanzado la cuarta revolución industrial, lo cierto es que nuestro mundo actual no es tan diferente en esencia del que nos legó la primera. En el fondo, la herencia de la máquina de vapor sigue vigente y la realidad es que la segunda y la tercera, más que revoluciones en sentido estricto, constituyen una evolución del concepto de la primera a través de procesos de electrificación o digitalización, que no dejan de ser herramientas avanzadas para alcanzar el mismo objetivo: transformar materias primas en bienes.

El hecho de que las fuentes de energía necesarias para hacerlo hayan evolucionado del carbón a las renovables, pasando por otras como la nuclear o el gas natural, cambia, por supuesto, muchos aspectos de nuestra forma de vida, pero no el fondo: es la energía y el uso que hacemos de ella lo que genera la evolución y el cambio, la chispa que lo enciende. Porque, como dice Mike Berners-Lee en su libro There is no planet B, “es nuestro suministro de energía el que nos da la capacidad de cambiar nuestro planeta para bien o para mal”.

Y esta cuestión es especialmente relevante cuando hablamos de industria. La verdadera revolución de la industria está por venir y está íntimamente ligada al uso de nuevas formas de energía más próximas, eficientes y sostenibles. El cambio no está en el automóvil o la camiseta que adquirimos, sino en la forma en la que esos bienes se han fabricado, la huella medioambiental que dejaron al hacerlo, y la que dejará su utilización. Y, sobre todo, a quién ha beneficiado su producción, además de a quien los usa.

Y ese cambio, además, tiene una serie de implicaciones sociales y económicas que influyen de manera sustancial en nuestro entorno: ¿estarán los centros de producción en los mismos lugares que hasta ahora?, ¿tenderemos a agrupar la industria en polígonos industriales y a acercarnos a las fuentes de energía?, ¿serán los precios de los productos más asequibles cuando no haya que comprar la energía a un lejano productor en Oriente Medio o Estados Unidos? Porque, como explica Daniel Pérez en su libro “La superpotencia renovable”, dentro de los factores que contribuyen a tomar la decisión de dónde ubicar una empresa estará el de la energía desde tres puntos de vista: seguridad de suministro, precio y sostenibilidad. Tiene que haber conexión a la red eléctrica, los precios de la energía tienen que ser competitivos y la energía debe ser sostenible”

Un reciente informe del Consejo Económico y Social Europeo (CESE) viene a reforzar esta tesis sobre la relevancia del cambio que espera a la industria cuando dice que acabar con la dependencia del carbón y el petróleo, que históricamente han aportado una riqueza sin precedentes a nuestras sociedades, representa la mayor transformación que experimentará la industria desde la revolución industrial.

«Acabar con la dependencia del carbón y el petróleo
representa la mayor transformación de la industria desde la revolución industrial»

Según el informe, “la transición a una economía climáticamente neutra dará lugar a cambios importantes en la mayoría de los sectores industriales existentes, especialmente en las industrias de gran consumo de energía, en la producción y distribución de energía y en el ecosistema del transporte. Supondrá una transformación radical de los patrones de consumo y fomentará la aparición de nuevos modelos de negocio, como la economía colaborativa o circular”.

En este entorno, quizás deberíamos empezar a hablar más de la transformación económica y social que viene de la mano de la gestión energética y menos de la transición ecológica, que no deja de ser una herramienta más para alcanzar esa transformación. Quizás es una cuestión puramente conceptual, pero nos puede ayudar a entender la relevancia del importante camino que estamos emprendiendo.