• Comparar el nivel de sostenibilidad de un banco con la de una compañía de alimentación en base a los mismos criterios es como si en unos Juegos Olímpicos hubiera una única prueba para todos los participantes, independientemente de que sean nadadores, gimnastas o saltadores de pértiga.

  • Las empresas industriales son minoría en el ranking de sostenibilidad publicado recientemente por la revista TIME y la plataforma Statista.

  • En opinión del FIE, la principal causa de que haya tan pocas empresas industriales entre los cien primeros clasificados del ranking no se debe a una deficiente gestión energética o a un menor compromiso por parte de las industrias, sino a la considerable dificultad inherente a las empresas con procesos productivos intensivos para alcanzar los altísimos criterios de sostenibilidad que priman en estas clasificaciones.

  • Lejos de ver esta menor representación de las empresas industriales en este ranking como un reproche, debemos interpretarla como una demostración inequívoco de los desafíos únicos que afronta la industria.

1 de agosto de 2025

Hace unos días, TIME y Statista han publicado el ranking de las 500 empresas más sostenibles del mundo de 2025, un análisis que evalúa el compromiso público y el progreso hacia objetivos de sostenibilidad de las principales firmas globales durante el año 2023.

Entre las cuestiones que más llaman la atención en los resultados de este ranking destaca la limitadísima presencia de empresas del sector energético y de empresas industriales, en especial entre las cien primeras clasificadas. No deja de ser curioso que las empresas que generan energía o los líderes de sectores industriales como la alimentación o la química prácticamente no aparezcan, no ya entre los cien primeros, sino siquiera entre esas 500 empresas más sostenibles del mundo.

Por el contrario, el liderazgo recae abrumadoramente en compañías dedicadas a servicios digitales, banca o consultoría: solo cuatro sectores (Banca, Seguros y Servicios Financieros; Tecnologías de la Información, Tecnología y Software; Telecomunicaciones; y Servicios Profesionales y Consultoría) concentran más de la mitad de las empresas del top 100.

¿Significa esto que las empresas industriales no son sostenibles? Al contario. La escasez de empresas industriales entre los cien primeros clasificados del ranking no se debe a una deficiente gestión energética o un menor compromiso por parte de las industrias, sino que viene a hacer evidente la considerable dificultad inherente a las empresas con procesos productivos intensivos para alcanzar los altísimos criterios de sostenibilidad que priman en estas clasificaciones. Sus mayores huellas de carbono, sus intrincadas cadenas de suministro y la magnitud de sus operaciones de transformación de materiales plantean barreras sustanciales que no enfrentan en la misma medida los proveedores de servicios o las empresas digitales.

Por hacerlo comprensible, comparar el nivel de sostenibilidad de un banco con la de una compañía de alimentación en base a los mismos criterios es como si en unos Juegos Olímpicos hubiera una única prueba para todos los atletas, independientemente de que sean nadadores, atletas o saltadores de pértiga.

Esta situación evoca la imagen de una evaluación con reglas que no aplican por igual a todos los participantes. Piensen en la conocida ilustración donde un profesor, ante un diverso grupo de animales – un pájaro, un mono, un pingüino, un elefante, un pez en una pecera, una foca y un perro – les dice: «Para una selección justa, todos deben realizar el mismo examen: por favor, suban a ese árbol». Esta analogía captura la esencia de lo que observamos: las empresas industriales, por su propia naturaleza y sus procesos intensivos, compiten en un ranking cuyas métricas y criterios pueden favorecer intrínsecamente a sectores con modelos de negocio menos dependientes de cadenas de producción complejas y de un uso intensivo de recursos.

No se trata, por tanto, de falta de voluntad o esfuerzo, sino de la complejidad estructural inherente a las operaciones industriales, que demandan inversiones masivas, innovación constante y una reestructuración profunda de cadenas de valor enteras. Lejos de ver esta menor representación de las empresas industriales en este ranking como un reproche, debemos interpretarla como una demostración de los desafíos únicos que afronta la industria y que solo pueden enfrentarse con políticas que la apoyen en un proceso de transición energética en el que está sólidamente comprometida. Aunque los rankings pretendan transmitir lo contario.