• “Europa puede ser la víctima colateral de las pugnas entre las economías china y americana”, según Nuria G. Rabanal, experta en Estrategia Internacional del Foro Industria y Energía.
  • La posición de EE.UU. frente al proceso de descarbonización y al Acuerdo de París  podría servir de excusa a otros países para ralentizar sus procesos y dejar a Europa frente a una agenda verde industrial en solitario.
  • El apoyo a las energías limpias podría suponer aumentar el nivel de dependencia de EE.UU. con otros países como China.

 

Aunque aún es pronto para determinar con exactitud cuáles serán los efectos del nuevo mandato de Donald Trump en la industria y la energía, tanto en Estados Unidos como a escala mundial, la campaña electoral y las líneas de actuación en su mandato anterior ofrecen ya algunas pistas.

En líneas generales, Trump ha manifestado abiertamente dos objetivos concretos: reducir el precio de la electricidad y el de la inflación garantizando un suministro energético asequible para que no repercuta en los costes de producción industrial. En este sentido, se esperan cambios en los compromisos internacionales contra el cambio climático, y una apuesta por el mantenimiento y potenciación de los combustibles fósiles y la energía nuclear. Por lo que respecta a la industria, la línea de actuación se mantendrá probablemente bajo la idea del “American First”, que tanto la anterior administración de Trump como la BidenHarris han mantenido.

Algunas de las políticas que previsiblemente se pondrán en marcha desde la perspectiva energética serán la salida de nuevo del acuerdo de París; el impulso a las perforaciones petrolíferas y al fracking; la eliminación de burocracia en los sectores del gas y el petróleo; la paralización del desarrollo de la eólica marina; la anulación de la moratoria para nuevas terminales de gas natural licuado (GNL); y el impulso a la energía nuclear.

«La salida de EEUU del Acuerdo de París permite a otros países ralentizar su propia descarbonización y culpar a Estados Unidos»

Nuria G. Rabanal, experta en Estrategia Internacional del Foro Industria y Energía

Sobre este último punto, Nuria G. Rabanal, experta en Estrategia Internacional del Foro Industria y Energía y directora de la Cátedra de Seguridad y Defensa de la Universidad de León, apunta que “la apuesta por la energía nuclear entronca con la necesidad de garantizar la independencia energética de Estados Unidos, es decir, reforzar la diversificación energética que posiblemente la economía americana ya está previendo que puede decaer en los próximos años, fundamentalmente por una razón: cualquier apoyo a las políticas de energías limpias supone aumentar el grado de dependencia externa”, explica. “Las energías renovables y las baterías de los coches eléctricos dependen de la importación de una serie de materias primas para las que Estados Unidos no es potencia dominante, y sí lo son países como China y Rusia”, añade la experta.

Con respecto al Acuerdo de París, Rabanal considera que “más allá de esa decisión, hay que valorar si el acuerdo de París está teniendo el impacto a nivel global esperado. Donald Trump no apuesta por ese acuerdo, pero en este punto debemos tener en cuenta su personalidad: su éxito se basa en la polémica y no en la diplomacia política. En realidad, la implementación a largo plazo del Acuerdo de París en Estados Unidos exigiría unos cambios estructurales que posiblemente la economía americana, acostumbrada al consumo de combustibles fósiles, no quiera emprender. No es fácil convencer a determinados sectores de la economía americana para que abandonen los recursos más abundantes que tienen en pro de una mayor sostenibilidad del cambio climático”.

En cualquier caso, si se repite la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y todo apunta a que será así, esto marcará las negociaciones de la COP 29 para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero, ya que permite a otros países ralentizar su propia descarbonización y culpar a Estados Unidos, en lugar de a su propia falta de ambición. Y aquí Europa podría quedarse sola con la pérdida de competitividad industrial que supondría una agenda verde en solitario.

Repercusiones en la industria europea

La política industrial norteamericana seguirá previsiblemente basándose en la línea “America First”. En su anterior mandato y durante la campaña electoral, Trump ha realizado una clara apuesta en pro del impulso y protección de la industria pesada. “Esta industria es clave desde la perspectiva de la estabilidad del empleo”, explica Rabanal, “en ella se incluyen sectores clave como la automoción, la construcción de infraestructuras energéticas o la defensa, en la que Estados Unidos tiene una partida de gasto muy importante”, apunta. También es previsible que se mantenga la política de aranceles, lo que afectará directamente a Europa como ha ocurrido hasta el momento, pero cuyo foco principal es China.

Europa puede ser la víctima colateral de estas pugnas entre las dos grandes economías”, explica Nuria G. Rabanal. “Por otro lado, hay que pensar que toda esta economía real va acompañada de un ciclo de economía financiera, donde la economía norteamericana y la política de tipos de interés de la Reserva Federal van también a influir. Este hecho quizás justifique que el Banco Central Europeo haya bajado los tipos de interés buscando una mayor competitividad para las inversiones y las empresas europeas en relación con las norteamericanas”.

Además, “previsiblemente se desarrollará una política de inversión en el marco del programa ‘Investing in America’, que irá acompañada de unos tipos de interés superiores a los de la Unión Europea, para aumentar la rentabilidad de los movimientos de capital extranjero y para que a los capitales americanos les compense y les resulte más rentable mantener las inversiones dentro de Estados Unidos”, explica. Otro elemento que destaca Rabanal es la influencia del tipo de cambio, que “puede afectar a los mercados y a la competitividad de los productos europeos”.

En definitiva, la experta destaca que “se ha vuelto hacia el proteccionismo, que demuestra que se quiere evitar una dependencia excesiva de las fluctuaciones del escenario internacional en variables macroeconómicas tan importantes como la inflación, el empleo y el producto interior bruto”.

El futuro del Inflation Reduction Act (IRA)

Trump no podrá llevar a cabo todas las políticas sin el apoyo del Congreso, en especial, aquellas que afecten al IRA. Desmantelar el IRA conllevaría obstaculizar las inversiones en energías renovables ya en marcha desde la mitad de 2022. Es más, la mayor parte de la inversión y el crecimiento del empleo que ha impulsado la apuesta de Joe Biden se han producido en territorios republicanos, concretamente, estados y distritos del Congreso representados por republicanos. Cualquier cambio en el IRA también tendrá repercusión en territorios republicanos y por ende, podría enfrentarse a resistencia política por parte de su propio partido.

Sin embargo, la administración Trump sí puede tomar medidas en lo relacionado con la burocracia, concretamente, para detener u obstaculizar la provisión de créditos fiscales del IRA a través del Departamento del Tesoro, que podrá suspender o retrasar la implementación de las reglas que determinan cómo se calculan y desembolsan los créditos fiscales. Además, a través de agencias federales, Trump podrá evitar emitir pautas o regulaciones importantes, cambiar drásticamente cómo se estructuran los incentivos fiscales.

En conclusión, esta realidad sobre el terreno supondrá un obstáculo para Trump ya que pese al control político de las Cámaras, es muy probable que tenga que enfrentar a una resistencia dentro de su propio partido para mantener el IRA total o parcialmente, sobre todo, para salvar empleos industriales. Además, si el objetivo de EE.UU. es reforzar la industria frente a China, para Trump será determinante mantener la competitividad del país, sobre todo, de las empresas norteamericanas alineadas en el IRA.

La estabilidad regulatoria es clave para encarrilar las inversiones ya puestas en marcha y por ello, es muy probable que opte por una política pragmática con el objetivo de no dañar el tejido industrial y obstaculizar la innovación.