• En la transición energética, como en la vida, nadie debería caminar solo. Los combustibles renovables pueden ser el apoyo que el electrón necesita para llegar más lejos.

  • Magda Kopczynska, directora general de la DG Movilidad y Transporte de la Comisión Europea advierte que «la electrificación no es suficiente para cubrir toda la demanda de energía».

  • Según los expertos, Héctor Santcovsky y Joan Ramón Morante, aunque la motorización eléctrica es aproximadamente un 250 % más eficiente, existen importantes desafíos técnicos para su aplicación universal, en especial en lo que respecta al transporte pesado, marítimo y aviación.

  • Eric van den Heuvel, coordinador de Bioenergía de la AIE, propone sustituir el término “descarbonización” por el de “neutralidad en carbono” porque la clave no es eliminar el carbono, sino reducir las emisiones netas y aprovecharlo de manera inteligente para la producción de gases renovables.

La semana pasada explorábamos las redes eléctricas como el aparato circulatorio vital del sistema energético. Hoy dirigimos nuestra mirada hacia otro sistema circulatorio esencial: el transporte y la movilidad. Este complejo entramado de carreteras, vías férreas, rutas marítimas y corredores aéreos es mucho más que infraestructura: es el puente invisible que conecta materias primas con fábricas, productos con mercados, y necesidades con soluciones. Sin este flujo constante, el corazón industrial de nuestra economía simplemente se detendría.

Los números revelan la magnitud de este sistema: según Eurostat, en 2022 el sector del transporte devoró el 31% del consumo final de energía en la Unión Europea, coronándose como el mayor consumidor energético, por encima de hogares (26,9%), industria (25,1%) y servicios (13,4%). El transporte por carretera representa por sí solo el 73,6% de todo el consumo energético del sector. En nuestro país, el Observatorio de Transporte y Logística de España señala que el transporte nacional supone el 10,3% de las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte en toda la UE.

Esta radiografía energética coloca al sector industrial ante una encrucijada estratégica: la transformación del transporte asociado a la industria no es solo un desafío ambiental, es una necesidad imperativa para alcanzar la neutralidad climática manteniendo la competitividad. La electrificación está revolucionando los procesos industriales y el transporte de corta distancia, pero cuando hablamos de logística industrial pesada, transporte marítimo de mercancías o largas cadenas de suministro internacionales, la electricidad encuentra barreras tecnológicas.

Es aquí donde entra en juego una idea poderosa: no dejemos que el electrón camine solo. Como en la icónica canción You’ll Never Walk Alone, el camino hacia la sostenibilidad no se puede recorrer en solitario. Otras fuentes de energía como los combustibles renovables pueden ser ese compañero indispensable, el apoyo que el electrón necesita para superar los desafíos que, por sí solo, no puede afrontar. Juntos, pueden trazar una ruta hacia un futuro donde movilidad y sostenibilidad no sean conceptos enfrentados, sino aliados en el camino hacia la neutralidad climática.

La autonomía estratégica de Europa empieza por romper su jaula de dependencias

La vulnerabilidad tiene nombre propio en el tablero geopolítico mundial, y Europa parece haberse convertido en su protagonista. Antonio Brufau, presidente de Repsol, dibujaba este escenario durante la reciente jornada sobre «Combustibles renovables, pilar para la descarbonización y la sostenibilidad energética». El diagnóstico es tan contundente como preocupante: Europa ha construido, casi sin darse cuenta, su propia jaula de dependencias.

El primer barrote de esta jaula lo constituye la externalización masiva de nuestra producción industrial a China, convirtiendo a la fábrica del mundo en dueña de nuestro tejido productivo. El segundo barrote es aún más delicado: hemos delegado nuestra seguridad en Estados Unidos, confiando nuestra protección a un aliado que tiene sus propios intereses estratégicos. Y el tercer barrote, quizá el más visible en los últimos tiempos, ha sido la cesión del suministro energético a Rusia, una dependencia cuyas consecuencias hemos experimentado con dolorosa claridad.

Este triángulo de dependencias no es solo una reflexión teórica, es una realidad que condiciona nuestra capacidad de acción. Y ahora, cuando el mundo avanza hacia una nueva economía energética, Europa se encuentra ante una disyuntiva crucial: ¿repetiremos los errores del pasado o aprenderemos la lección?

El desarrollo de capacidades industriales propias en la producción de combustibles renovables no es solo una solución técnica, sino una pieza clave en el tablero de la autonomía estratégica europea. Sin los incentivos adecuados para escalar la implantación de combustibles neutros en carbono en nuestro territorio, corremos el riesgo de generar nuevas y peligrosas dependencias. La ecuación es simple pero implacable: si no lo hacemos nosotros, lo harán otros, y volveremos a depender de ellos.

Cuando el electrón no alcanza a la industria en movimiento

La electrificación es, sin duda, un proceso crucial en la transición energética, especialmente en el transporte de corta distancia. Sin embargo, cuando hablamos de transporte de larga distancia, marítimo, aéreo, o terrestre, la electrificación encuentra limitaciones. Como señalaba Magda Kopczynska, directora general de la DG Movilidad y Transporte de la Comisión Europea en la jornada organizada por la Fundación Repsol, «la electrificación no es suficiente para cubrir toda la demanda de energía».

Héctor Santcovsky, sociólogo y ex profesor asociado Universidad de Barcelona, y Joan Ramon Morante, catedrático emérito de la Facultad de Física de la Universidad de Barcelona, planteaban en un reciente artículo publicado en El Periódico de la Energía importantes reflexiones sobre los límites de la electrificación en el transporte por carretera. Destacaban que, si bien la motorización eléctrica es aproximadamente un 250% más eficiente que las motorizaciones basadas en combustión interna, existen importantes desafíos técnicos para su aplicación universal.

En el caso de vehículos pesados, las necesidades de autonomía de 500 km o los requerimientos del transporte interurbano o urbano de viajeros implican capacidades de batería superiores a los 750 kWh o incluso a 1 MWh. Esto no solo aumenta considerablemente el peso y el volumen del vehículo, sino que además exige sistemas de carga con potencias superiores a los actuales sistemas de carga rápida o ultra-rápida, pudiendo demandar valores de hasta 3 MW, equivalentes al consumo de 600 hogares.

Estos números desnudan los límites de la electrificación en el transporte pesado. La red eléctrica actual, tanto en transporte como en distribución, no está preparada para suministrar esta cantidad de energía de manera estable y eficiente.

No se cierra una puerta, se abre una ventana

Es precisamente ante estos límites donde se abre una ventana de oportunidad para los combustibles renovables. Estos combustibles pueden llegar donde la electrificación no alcanza, superando barreras que el electrón no consigue saltar. Pueden ofrecer soluciones para avanzar hacia la neutralidad climática en todos los sectores del transporte que hoy parecen inaccesibles para la electrificación directa. No estamos ante el fin de un camino, sino ante la bifurcación hacia nuevas soluciones complementarias.

Esta ventana que abren los combustibles neutros en carbono no es estrecha ni limitada. Al contrario, abre un panorama amplio de posibilidades tecnológicas y estratégicas. A través de ella podemos vislumbrar un horizonte donde hidrógeno verde, biocombustibles avanzados, combustibles sintéticos y otras soluciones innovadoras conforman un ecosistema energético diverso y resiliente.

De descarbonización a neutralidad: del residuo al recurso

Eric van den Heuvel, Executive Committee Technical Coordinator en Bioenergía de la Agencia Internacional de la Energía, subraya la importancia de cambiar el enfoque. Más que hablar de descarbonización, aboga por la idea de neutralidad climática o neutralidad en carbono. La clave no es eliminar el carbono, sino reducir las emisiones netas y aprovecharlo de manera inteligente para la producción de gases renovables.

La industria puede jugar un papel fundamental en este proceso, creando sinergias entre sectores productivos. Gracias a los mecanismos de captura de carbono, el CO₂ emitido en las actividades industriales puede recuperarse y utilizarse como materia prima para generar e-fuels o combustibles sintéticos que alimenten la propia logística industrial, cerrando el círculo.

Si llevamos esta lógica un paso más allá, podemos imaginar un mundo donde los subproductos de la industria no sean un desecho, sino la fuente de energía del transporte que, a su vez, distribuye sus productos al consumidor final. Un sistema verdaderamente circular donde el carbono deja de ser un problema para convertirse en parte de la solución.

Una transición irreversible necesita múltiples caminos

Como concluyen Morante y Santcovsky en su análisis, «la transición energética es inevitable, pero la movilidad sostenible está por hacer y requiere innovación, inversión y voluntad política de aceleración de un proceso tan necesario como irreversible».

En el debate energético industrial, la electrificación suele ocupar el centro de la conversación, y allí donde sea viable para la industria, seguirá siendo protagonista. Pero en sectores difícilmente electrificables los combustibles renovables se perfilan como una pieza fundamental.

Su capacidad para aprovechar infraestructuras existentes, su potencial para transformar residuos en recursos y su compatibilidad con sectores intensivos en energía los convierten en aliados fundamentales en la transición energética del transporte asociado a la industria. No son una alternativa más, sino una necesidad en un mundo industrial que busca reducir emisiones sin renunciar a la movilidad y logística que sostiene nuestras cadenas de valor y nuestro modelo productivo.

La industria tiene ante sí una oportunidad histórica para liderar esta transformación, convirtiendo los desafíos actuales en motores de innovación y crecimiento sostenible.

Todos los caminos llevan a la neutralidad climática, pero cuantos más haya y cuanto más anchos sean, mejor. Sobre todo si hablamos de movilidad.