• La transición energética es un proyecto profundamente humano: hecho por personas para el beneficio de las personas. 

  • La autonomía estratégica energética no solo se mide en gigavatios instalados o en porcentaje de renovables en el mix, sino en la capacidad de formar y retener el talento.

  • Tenemos el capital, tenemos la tecnología, tenemos los objetivos. Lo que nos falta son las personas capaces de materializar esa transformación.

  • El talento verde es la pieza de infraestructura más valiosa que podemos construir.

  • El talento verde es más que la asignatura pendiente de la transición energética. Es, sencillamente, su condición de posibilidad.

21 de noviembre de 2025

La transición energética avanza a un ritmo sin precedentes. Las renovables baten récords de generación, los parques eólicos y fotovoltaicos se multiplican en el territorio, y la descarbonización de la industria deja de ser una aspiración para convertirse en una urgencia estratégica. Sin embargo, en el fragor de los debates sobre tecnologías, regulaciones y financiación, a menudo se olvida el componente más esencial: el factor humano.

Existe una variable que amenaza con convertirse en el verdadero cuello de botella de esta transformación: las personas. O más precisamente, la ausencia de ellas. España se enfrenta a un déficit de un millón de jóvenes formados en ocupaciones verdes para afrontar el proceso de transición energética, según refleja el informe La Formación Profesional ante los retos de sostenibilidad medioambiental en España, elaborado por CaixaBank Dualiza y Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad. La cifra no es un mero dato estadístico: representa la distancia que separa las ambiciones de la realidad, el abismo entre lo que queremos construir y quienes pueden construirlo.

La brecha creciente entre ambición y capacidad

Los números dibujan un escenario que debería inquietar a quienes diseñan políticas industriales y energéticas. El informe Green Jobs: Tendencias de negocio y empleo sostenible, publicado por Manpower Group, arroja luz sobre esta realidad: el 94% de las compañías asegura que no encuentra el personal que necesita para alcanzar sus objetivos de sostenibilidad. Siete de cada diez organizaciones ya están contratando o planificando incorporar personal especializado para cubrir empleos verdes, pero el 53% de los directivos expresa intranquilidad por las dificultades para atraer talento, mientras que otro 60% indica preocupación por el desajuste de competencias al incorporar profesionales en sus plantillas. Según el estudio, más del 70% de los puestos vacantes en sostenibilidad se están cubriendo mediante contrataciones externas, debido a la falta de capacitación interna.

En España, según el informe Green Economy Global de Randstad, se espera que la demanda total de empleos verdes aumente un 38% para 2030, con un déficit proyectado de 42.600 empleos si no se toman medidas adecuadas. La taxonomía de estos perfiles es reveladora: desde ingenieros especializados en eólica, solar fotovoltaica, térmica, geotérmica e hidráulica, hasta técnicos instaladores y mantenedores de sistemas renovables, pasando por desarrolladores de proyectos de hidrógeno verde, especialistas en eficiencia energética, analistas de datos para optimización de operaciones y especialistas en calidad de red.

Tenemos el capital, tenemos la tecnología, tenemos los objetivos. Lo que nos falta son las personas capaces de materializar esa transformación. De nada serviría la tecnología más disruptiva si no contamos con las mentes y manos formadas para diseñarla, instalarla, operarla y mantenerla. La transición energética es una carrera contra el tiempo y un esfuerzo colectivo. La tecnología es una herramienta, pero la verdadera capacidad de cambio reside en el capital humano.

Un eje clave de la autonomía estratégica

La gestión del talento en la transición energética es mucho más que un desafío laboral: es una cuestión de autonomía estratégica. Invertir en talento verde no es un coste, sino una palanca para la soberanía, la resiliencia y la competitividad. Los territorios y países que logren formar, atraer y retener el talento verde se posicionarán como líderes en la economía del futuro. Los que no lo hagan verán limitada su capacidad de acción, independientemente de sus recursos naturales o su potencial renovable. España puede tener ventajas competitivas en recursos renovables, pero esa ventaja será papel mojado si no contamos con los profesionales necesarios para ejecutarla, gestionarla y expandirla.

Esta reflexión será uno de los ejes del III Foro Sella, que abordará precisamente la intersección entre autonomía estratégica, industria, energía y talento. La cuestión es pertinente: ¿de qué sirve disponer de las mejores condiciones para la generación renovable si carecemos de los profesionales que puedan diseñar, construir, operar y mantener esas instalaciones? ¿Cómo aspiramos a liderar la transición energética sin una base sólida de talento formado? No basta con atraer inversiones, es necesario garantizar que existe una masa crítica de profesionales capaces de ejecutarlas. La autonomía estratégica energética no solo se mide en gigavatios instalados o en porcentaje de renovables en el mix, sino en la capacidad de formar y retener el talento que hace posible esa transformación. En definitiva, el talento verde es la pieza de infraestructura más valiosa que podemos construir.

La transición energética: una cuestión de personas

Al final, la transición energética es, como no podía ser de otra forma, una cuestión de personas. Hecha por personas y para personas. Son personas quienes diseñan los parques eólicos, quienes instalan los paneles solares, quienes gestionan las redes eléctricas inteligentes, quienes investigan nuevos materiales para baterías, quienes forman a otros profesionales. Y son también personas las beneficiarias últimas de esta transformación: personas que respiran un aire más limpio, que acceden a energía más asequible, que viven en un planeta más habitable.

No cuidamos del planeta como concepto lejano, sino porque es el espacio donde vivimos. Porque afecta directamente a la calidad de vida de las personas, porque condiciona la competitividad económica de nuestras regiones, porque determina el empleo del futuro para nuestros jóvenes. Esta perspectiva es fundamental: la transición energética es un proyecto profundamente humano.

Como escribe Mike Berners-Lee en su libro There is no planet B, «es nuestro suministro de energía el que nos da la capacidad de cambiar nuestro planeta para bien o para mal». Esta capacidad de cambio reside, en última instancia, en las manos, las mentes y las voluntades de profesionales formados, motivados y comprometidos. El talento verde no es un complemento decorativo de la transición energética: es su columna vertebral.

Formar hoy para competir mañana

La buena noticia es que la conciencia sobre este desafío va en aumento, pero la urgencia no admite complacencias. Si queremos cumplir con los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, que prevé generar entre 250.000 y 350.000 empleos verdes de cara a 2030, necesitamos una movilización sin precedentes de nuestro sistema educativo y formativo. Necesitamos actualizar currículos, crear nuevos itinerarios de especialización, establecer puentes más sólidos entre la formación y la industria, y atraer a los jóvenes hacia profesiones que, hasta hace poco, ni siquiera existían.

La transición energética de la industria no se hará sola. La harán ingenieros, técnicos, gestores, operarios, investigadores, emprendedores… La harán personas. El centro sigue siendo la capacidad de aportar soluciones para asegurar un futuro energético sostenible y competitivo. Y si no invertimos en formar y retener a esas personas, todas las turbinas del mundo serán solo estructuras metálicas sin nadie que les dé vida. El talento verde es más que la asignatura pendiente de la transición energética. Es, sencillamente, su condición de posibilidad.