Crece cada día el consenso sobre la necesidad de tomar medidas de adaptación y mitigación frente al cambio climático. Las razones son múltiples, aunque siguen prevaleciendo las medioambientales por encima de las demás. Así como la vertiente medioambiental está prácticamente fuera de discusión, la dimensión económica de la transición ecológica y sus consecuencias para países y ciudadanos resulta una fuente frecuente de polémica. Hemos de ser conscientes de que la transición ecológica no está exenta de costes y dificultades, y, pasarlos por alto, lejos de contribuir a alcanzar el consenso social, puede generar el efecto contrario.

Pongamos algunas cifras sobre el papel. Un reciente informe de la sociedad francesa de gestión de activos Carmignac, del que se ha hecho eco Cinco Días, estima que las medidas de lucha contra el cambio climático elevarán “sustancialmente” los sobrecostes inflacionarios y podrían añadir un 1,6 % más a la inflación en los próximos diez años. Algunas razones a las que alude el informe para esta subida son el incremento de precios de los metales “verdes” como el níquel, el zinc o el cobre, así como el aumento del precio del petróleo debido a una reducción de su producción. Con todo, el informe señala que “la alternativa”, es decir, la no transición, “es mucho más costosa”.

Respecto a cuál puede ser el coste de la inacción, resulta más complicado cuantificarlo, ya que dependería de cuál fuera el aumento total de temperatura global y de las consecuencias de éste, algunas predecibles pero otras no tanto (fenómenos meteorológicos extremos, aumento de enfermedades zoonóticas…). No obstante, contamos con algunas previsiones. Los datos del BCE señalan que los efectos del cambio climático sin mitigar podrían sumar a la inflación entre el 1 % y el 3 % en la próxima década. Por su parte, la reaseguradora Swiss Re calcula una pérdida de PIB mundial para 2050 de hasta el 18 %; mientras que el Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK) plantea una reducción media de la economía mundial del 19 % para 2050.

Descarbonizar o salir del mercado

Pero, más allá de estas consecuencias macroeconómicas, los efectos negativos sobre las empresas de no descarbonizar resultan evidentes. Tal y como han ido señalando diferentes expertos en los encuentros organizados por el Foro Industria y Energía, el precio de la inacción es tan alto que supone, en realidad, que muchas empresas e industrias salgan literalmente del mercado. Desde el punto de vista energético, no descarbonizar supondrá enfrentarse a costes más altos y fluctuantes, y a este elemento se sumarían las consecuencias legales y reputacionales de incumplir la normativa europea medioambiental, además de la pérdida de competitividad.

Igual que ya nadie habla de una televisión ‘plana’ para diferenciarla de aquellas que todos teníamos hasta hace pocas décadas, a medio plazo, la palabra ‘sostenible’ ya no será un adjetivo que califique a las compañías, puesto que todas aquellas que sobrevivan en las próximas dos décadas lo serán. La alternativa de no asumir los costes de la descarbonización, es, simple y llanamente, desaparecer. No invertir en descarbonización no supone un ahorro para la industria, sino el riesgo de salir del mercado, con las consecuencias económicas y para el empleo que ello conlleva.