Mientras en España el Ministerio de Jordi Hereu parece marcar el ritmo con medidas tangibles como los PERTE, la COP29 deja una sensación de vacío
En la industria, cada día cuenta, pero algunas jornadas marcan inevitablemente el rumbo. Esta semana, tres acontecimientos clave sentarán las bases del futuro industrial y, especialmente, definirán su dirección en la transición energética: la aprobación de la nueva Comisión Europea y sus decisiones estratégicas, el PERTE de descarbonización industrial en España, y la COP29 en Bakú. Sin embargo, no todos los escenarios son iguales. Mientras algunos dan viento a las velas de la industria, otros parecen condenarla a navegar sin brújula en el agitado mar de la transición ecológica.
Una tripulación europea hacia la sostenibilidad y la competitividad
El desbloqueo de la Comisión Europea ha consolidado la elección de un equipo de comisarios con una marcada orientación hacia la sostenibilidad y la competitividad industrial. Entre ellos se encuentra Teresa Ribera, cuya designación como vicepresidenta refuerza este compromiso estratégico.
Este nombramiento plantea un enorme desafío: encarrilar a Europa hacia los objetivos del Pacto Verde, así como lograr un equilibrio entre sostenibilidad y competitividad industrial, demostrando que ambos conceptos pueden y deben ir de la mano.
A nivel nacional, este paso abre un nuevo frente: la necesidad de definir quién liderará el área de energía en España, un sector clave para la transición ecológica y económica del país. Aunque el anuncio de hoy por parte de los medios sobre el posible nombramiento de Sara Aagesen para el puesto vacante parece apuntar a una política energética continuista, está por ver cuál será la estructura del nuevo Ministerio para la Transición Ecológica, especialmente en lo relativo a las competencias en energía y la gestión energética de la industria.
El PERTE de descarbonización: viento firme en las velas de la industria española
En contraste con las esperas y las promesas, esta semana el Ministerio de Industria y Turismo ha demostrado que el compromiso puede traducirse en acciones concretas. El anuncio de 13 proyectos aprobados provisionalmente en la primera línea del PERTE de descarbonización industrial, con 86 millones de euros de ayudas y una reducción prevista de más de 346.000 toneladas de CO₂, es una muestra de que la sostenibilidad es sinónimo de crecimiento y competitividad.
Estas ayudas no son ni las primeras ni serán las últimas. La línea de ayudas del PERTE de descarbonización está dotada con 1.000 millones de euros, de los cuales 500 millones son subvenciones y otros 500 millones en préstamos. En mayo se aprobaron los primeros 19 proyectos, y desde entonces, ya se han concedido cerca de 400 millones de euros en subvenciones y casi 1 millón en préstamos. Además, se prevé una segunda convocatoria de esta misma línea para el segundo semestre de 2024, destinada a proyectos cuya finalización pueda extenderse más allá de 2026.
Seguramente no son todas las ayudas necesarias y, como pasa con siempre con los recursos, siempre son escasas, pero el mensaje que transmiten es claro: los criterios sostenibles no son un lujo ni un añadido; son un requisito. Integrarlos en el desarrollo industrial no solo es clave para asegurar ayudas, sino también para garantizar un futuro en el mercado. En otras palabras, la competitividad de la industria está intrínsecamente ligada a la transición energética.
El PERTE no es un discurso vacío, sino que refleja una línea de trabajo consistente, constante y comprometida con la descarbonización de la industria española. Es la prueba de que el Ministerio de Industria y Turismo entiende que liderar la transición energética requiere acción concreta, no palabras grandilocuentes. Cada proyecto aprobado es una ráfaga de viento que impulsa a la industria hacia un puerto seguro.
La COP29: un barco sin brújula
Mientras en España el Ministerio de Jordi Hereu parece marcar el ritmo con medidas tangibles, la COP29, celebrada en Bakú, deja una sensación de vacío. Como ya lamentamos tras las conclusiones de la COP28, la falta de una hoja de ruta específica para la industria refleja una desconexión preocupante.
Un año más, los acuerdos internacionales vuelven a ignorar a la industria. El denominado Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado de financiación climática, acordado este año, tampoco menciona a este sector clave, a pesar de que la industria es uno de los actores más implicados en la transición energética. Esta omisión no solo desorienta, sino que genera confusión en un momento en el que necesitamos coordenadas claras para avanzar.
Sin embargo, la industria no ha esperado brújulas ajenas. Está asumiendo compromisos propios y demostrando que cuando se apuesta por la sostenibilidad, las oportunidades crecen.
Rumbo industrial: con viento a favor, pero sin brújula
Nos encontramos en un momento de encrucijada. Por un lado, las acciones concretas como el PERTE industrial muestran que la sostenibilidad es una palanca real de competitividad; por otro, los acuerdos internacionales como los de la COP nos dejan sin orientación ni certezas.
Recordemos que, a medio plazo, el término ‘sostenible’ dejará de ser un adjetivo que califique a las compañías: será la norma. Las empresas que no integren la descarbonización en su modelo de negocio no solo se quedarán atrás, sino que arriesgan desaparecer del mercado, con un impacto económico y social irreparable.
Aun así, la industria tiene el poder de decidir. Con medidas como las del Ministerio de Industria, el viento está a favor, pero sin un rumbo definido, el riesgo de perder el norte persiste. Es momento de que gobiernos, empresas y organismos internacionales trabajen juntos para que la transición energética deje de ser una opción y se convierta en un destino compartido.
Porque en este mar incierto, lo que la industria necesita no son promesas ni brújulas rotas, sino determinación y una dirección clara. La sostenibilidad no es una opción; es el único camino para llegar a buen puerto.