• Daniel Calleja, recién designado director de la Representación de la Comisión Europea en España, rescata la advertencia de Macron: «Europa es mortal» si sigue subcontratando su defensa a Estados Unidos, dependiendo de combustibles fósiles rusos y externalizando su industria a China.

  • «Los que se queden parados se quedarán atrás. Los que no sean competitivos serán dependientes». Daniel Calleja cita a Von der Leyen para advertir que la independencia europea ya no es una cuestión ideológica, sino una condición de supervivencia. Sin energía competitiva y segura no hay industria competitiva.

  • Europa ha cerrado el grifo al gas ruso de forma definitiva. A más tardar en 2027, la UE habrá eliminado completamente las importaciones de gas procedentes de Moscú, poniendo fin a décadas de dependencia energética.

  • “La autonomía estratégica no se construye con discursos, sino con cables, tuberías, interconexiones y capacidad de almacenamiento. La soberanía debe fabricarse”, según el FIE

  • Raquel Saiz, responsable de Incidencia e Impacto en Fundación Cotec: “Debemos entender que la política tecnológica también es política industrial”

12 de diciembre de 2025

La advertencia es sencilla, pero contundente: «Europa es mortal». La frase de Emmanuel Macron, rescatada por Daniel Calleja durante su intervención en Nueva Economía Fórum, condensa el desafío histórico al que se enfrenta la Unión Europea. No es solo una metáfora política: es un diagnóstico económico e industrial sobre un continente que no puede seguir subcontratando su defensa a Estados Unidos, dependiendo de combustibles fósiles rusos y externalizando su industria a China. Esa triple delegación -militar, energética e industrial- define el mapa de vulnerabilidades que hoy amenaza la posición del Viejo Continente en el mundo.

Calleja, recién designado director de la Representación de la Comisión Europea en España, situó en el centro del debate la necesidad urgente de autonomía estratégica. “Urge un cambio de modelo para reforzar nuestra soberanía política, económica, industrial y militar. Y tenemos que hacerlo en los próximos cinco años. No tenemos mucho tiempo”, advirtió.

Sus palabras marcan el fin de una era. Aquella que sostenía que «la mejor política industrial es la que no existe» ha quedado superada por una realidad ineludible: “Los países con más empleo de calidad y más prosperidad son aquellos que tienen industria”. Porque sin energía competitiva y segura no hay industria competitiva. Y sin industria, no hay soberanía. Europa debe decidir si quiere ser actor o espectador en un tablero geopolítico donde, como advirtió citando a Von der Leyen, «los que se queden parados se quedarán atrás. Los que no sean competitivos serán dependientes». La independencia europea ya no es una cuestión ideológica, sino una condición de supervivencia.

El fin del gas ruso: cerrando una era de dependencia energética

El mensaje de Calleja se produce en un momento decisivo para la política energética europea. El 3 de diciembre, apenas una semana antes de su discurso, la Unión Europea alcanzó un acuerdo histórico para poner fin de manera definitiva a las importaciones de gas ruso y eliminar gradualmente las de petróleo. La medida culmina un proceso iniciado en 2022 con el plan REPowerEU, cuya meta era reducir la dependencia energética de Moscú tras la invasión de Ucrania.

Lo que entonces comenzó como respuesta a una crisis se consolida ahora como una decisión estructural. A más tardar en 2027, la UE habrá cerrado completamente el grifo del gas ruso. El acuerdo político, firmado por el Parlamento y el Consejo, sella un cambio de paradigma: Europa busca asegurar su suministro energético sin aceptar condicionamientos externos ni chantajes geopolíticos.

En palabras del comisario Dan Jørgensen, “Europa ha optado por la seguridad y la independencia energéticas. Nunca volveremos al chantaje energético ni a la exposición económica”. Este paso, de enorme carga simbólica, marca el inicio de una Europa más consciente de sus fragilidades y más dispuesta a invertir en soluciones propias.

Pero la independencia energética no se decreta: requiere redes, tecnología, innovación y capacidad industrial. De ahí la relevancia del mensaje de Calleja, que subrayó que la Comisión Europea movilizará 3.000 millones de euros para reforzar el acceso a materias primas críticas -grafito, cobalto, litio- esenciales para la electrificación y la industria del futuro. Sin control sobre esas materias, no hay transición energética sostenible, ni autonomía posible.

Conectar para resistir: las redes como columna vertebral europea

El hilo conductor de esta nueva etapa no se teje solo con independencia, sino también con interconexión. La Comisión Europea ha impulsado 235 proyectos energéticos transfronterizos que materializan lo que Calleja defendía en su discurso: “Liberar todo el potencial del mercado único de aquí a 2028 en el ámbito del capital, de la energía, de los servicios y de las telecomunicaciones”. Las cifras hablan por sí solas: 113 proyectos de redes eléctricas, 100 de hidrógeno y electrolizadores, 17 de infraestructura de transporte de carbono. En conjunto, buscan satisfacer necesidades de inversión cercanas a 1,5 billones de euros entre 2024 y 2040.

Estas interconexiones no son un asunto meramente técnico: son un instrumento político y económico que garantiza resiliencia ante crisis y permite compartir tanto energía como estabilidad. Porque la autonomía estratégica no se construye con discursos, sino con cables, tuberías, interconexiones y capacidad de almacenamiento. En definitiva, es esta arquitectura física, reforzada por sistemas de gestión inteligente, la que configura un auténtico espacio europeo de generación y consumo donde la energía sea «accesible y asequible tanto para las industrias como para los hogares”.

Incluso la “reconexión” con el Reino Unido que mencionó Calleja responde a esta lógica: “Queremos vincular el sistema europeo con el sistema inglés… y avanzar en acuerdos de electricidad que refuercen la seguridad de las redes”. Vincular los sistemas de comercio de derechos de emisión (ETS) y reforzar los acuerdos de interconexión eléctrica con Londres no es un gesto técnico: es un recordatorio de que, incluso tras el Brexit, la seguridad energética europea sigue siendo un bien común.

Del piloto a la producción: la soberanía que se fabrica

La ruta de la autonomía estratégica pasa de la ambición política a la ejecución industrial. En la presentación del Anuario de la Innovación en España 2025 de Innovaspain, dedicado precisamente a la soberanía estratégica, Raquel Saiz (Fundación Cotec) reivindicó una política industrial y tecnológica más coherente y ambiciosa. “Debemos entender que la política tecnológica también es política industrial”, afirmó.

En un momento en el que la UE planea incrementar en un 83% la inversión en innovación, el gran reto, apunta Saiz, consiste en escalar: pasar del proyecto piloto al prototipo, y del prototipo a la planta industrial. En otras palabras, traducir los avances científicos en empleos, producción y rentabilidad europea. Sin esa conexión entre conocimiento y producción, la autonomía seguirá siendo una aspiración.

Esta visión enlaza con el mensaje de Calleja sobre la necesidad de “campeones industriales europeos”. Europa no puede pretender liderar la carrera tecnológica si su industria no cuenta con herramientas financieras y regulatorias que apoyen el crecimiento. La fragmentación del capital riesgo o la excesiva burocracia pueden hacer que los proyectos más prometedores crucen el Atlántico antes de madurar en territorio europeo.

Europa es mortal… pero tiene margen para escribir su futuro

La advertencia de Calleja no es un diagnóstico pesimista, sino una llamada a la acción. Europa puede desaparecer como actor relevante si no ejecuta con la urgencia que requiere este momento histórico. Pero también es capaz de renacer cuando asume sus límites y decide superarlos. Lo que emerge es un continente que ha entendido que su destino no depende solo de la diplomacia ni del mercado, sino de su capacidad de fabricar, producir e innovar. La autonomía estratégica ya no es una aspiración: es la condición mínima para conservar su voz en una economía global en transformación acelerada.

La buena noticia es que Europa parece haberlo entendido. El fin del gas ruso, la inversión masiva en interconexiones y el nuevo enfoque industrial son pasos en la dirección correcta. La pregunta es si será capaz de ejecutar a la velocidad necesaria. Todavía tiene tiempo para decidir de qué quiere depender, qué quiere producir y qué papel quiere jugar. Los próximos cinco años lo dirán. Porque la independencia, como bien demostró esta semana, no se proclama: se construye. Con industria, con energía, con unidad.