• Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea: “Si nos fijamos en las facturas energéticas medias de nuestra industria en la Unión Europea, el 34 % de esas facturas corresponde a impuestos”.

  • Gravamos la electricidad para mantener el Estado del bienestar, pero ese gravamen debilita la industria que genera la riqueza que sostiene ese mismo Estado. Es la pescadilla mordiéndose la cola, pero en versión macroeconómica.

  • El mejor impuesto es el que se cobra sobre una economía próspera. Y una economía próspera necesita una industria competitiva.

 24 de octubre de 2025

La reciente estocada de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instando a rebajar los impuestos sobre la electricidad que lastran a la industria, pone el dedo en la llaga de una paradoja que llevamos años alimentando sin querer mirarla de frente: hemos convertido la electricidad, el vector energético del futuro, en una vaca lechera fiscal. Von der Leyen no se anduvo con rodeos al señalar que un tercio (el 34%) de las facturas energéticas de nuestra industria son impuestos, un sobrecoste que, al ser 15 veces superior al de la gasolina, está socavando la capacidad de Europa para competir en el tablero global.

Los Estados necesitan ingresos para sostener sanidad, educación, pensiones… todo ese andamiaje del modelo social europeo que nos distingue. Pero cuando esos ingresos se extraen precisamente de aquello que debería ser nuestro as en la manga -una industria electrificada, descarbonizada y competitiva-, estamos serrando la rama sobre la que nos sentamos. Porque cuando la voracidad impositiva estrangula la principal palanca de competitividad de la industria, esta no invierte, no crece, no innova. Y una industria que no crece genera menos actividad económica menos empleo, menos bases imponibles. Al final, menos recaudación. Es el círculo vicioso perfecto: gravamos la electricidad para mantener el Estado del bienestar, pero ese gravamen debilita la industria que genera la riqueza que sostiene ese mismo Estado. La pescadilla mordiéndose la cola, pero en versión macroeconómica.

Desde el Foro Industria y Energía venimos insistiendo en que la gestión energética no es solo una cuestión técnica o medioambiental: es una palanca estratégica de competitividad. El llamamiento de Von der Leyen a rebajar los impuestos eléctricos no es ingenuidad liberal ni un capricho ideológico. Es puro pragmatismo ante una encrucijada existencial: Europa ha apostado todo a la electrificación industrial como palanca de la transición energética y de la autonomía estratégica. Pero si electrificarse sale prohibitivo por culpa de la fiscalidad, la industria europea se quedará mirando cómo otros competidores -con energía más barata y menos gravada- se llevan la producción, el empleo y el músculo industrial. La pregunta no es si podemos permitirnos bajar impuestos eléctricos. Es si podemos permitirnos no hacerlo.

Encontrar el equilibrio no será fácil. Requiere valentía política para rediseñar estructuras fiscales que llevan décadas enquistadas, creatividad para buscar nuevas fuentes de ingresos sin frenar la electrificación, y visión de largo plazo para entender que a veces recaudar menos hoy significa preservar la capacidad de recaudar mañana. El desafío, por tanto, no es elegir entre ingresos públicos o competitividad, sino encontrar el punto justo donde ambos se refuercen. Solo así podremos aligerar la mochila de la industria, impulsar la electrificación sin hipotecar la cohesión social, y asegurar que la rueda del progreso siga girando en beneficio de todos. Porque al final, el mejor impuesto es el que se cobra sobre una economía próspera. Y una economía próspera necesita una industria competitiva. Y esa industria necesita electricidad asequible.